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Algunas ideas sobre programas sociales, pizzas y prosperidad económica

Últimamente, he notado que la gente mezcla dos ideas que son tan distintas como el día y la noche: el socialismo y los programas sociales. Así como un buen inversionista debe entender la diferencia entre valor y precio, un buen ciudadano debería entender la diferencia entre estos dos conceptos.

Primero, definamos los términos

Socialismo, en su definición estricta, es un sistema donde los medios de producción (fábricas, tierras, recursos) son propiedad y están controlados por el Estado. El objetivo teórico es eliminar la propiedad privada de los medios de producción para, supuestamente, crear una sociedad sin clases.

Programas sociales, por otro lado, son acciones específicas del gobierno diseñadas para proveer una red de seguridad y mejorar el bienestar de los ciudadanos. Estos incluyen seguro de desempleo, atención médica, pensiones, etc. Estos programas existen en países con todo tipo de sistemas económicos, incluyendo las economías de mercado más exitosas.

Un sistema que no funciona: cuando el gobierno es el único dueño del negocio

Imaginemos por un momento que un gobierno decide que la mejor manera de organizar la economía es ser el dueño de todo. No solo de las fábricas y las tierras, sino de la panadería de la esquina, del taller mecánico y hasta del puesto de frutas. A esta idea se le ha llamado socialismo. En teoría, la promesa es que todo se repartirá por igual. El problema, como hemos visto una y otra vez, es que este modelo de negocio tiene un defecto de fábrica fundamental: va en contra de la naturaleza humana. Cuando nadie es dueño de nada, nadie lo cuida. Cuando el esfuerzo extra no se recompensa, la gente deja de esforzarse. La innovación se detiene, porque ¿para qué arriesgarse a crear algo nuevo si el beneficio se lo llevará un burócrata?

“El socialismo en general tiene un historial de fracaso tan flagrante que solo un intelectual podría ignorarlo o evadirlo.”

Thomas Sowell, economista y filósofo.

El registro contable de este experimento es público y desastroso. No hace falta ser un genio para leer los resultados:

  • Unión Soviética: La promesa de un paraíso para los trabajadores se convirtió en una pesadilla de opresión. Se estima que el régimen comunista fue responsable de la muerte de más de 20 millones de sus propios ciudadanos a través de ejecuciones, hambrunas provocadas (como el Holodomor en Ucrania) y los campos de trabajos forzados del Gulag. La economía planificada colapsó, incapaz de producir bienes básicos, mientras la élite del partido vivía con lujos.
  • Cuba: Décadas bajo un régimen socialista han dejado un país congelado en el tiempo, con una población empobrecida que depende de las remesas del extranjero y sin libertades fundamentales.
  • Corea del Norte: El ejemplo más extremo y puro de un estado socialista. El gobierno controla absolutamente todo, resultando en un culto a la personalidad del líder, hambrunas periódicas y un aislamiento total.

Y más cerca de casa, tenemos el caso de Venezuela. Es como ver la historia de una empresa increíblemente rica en recursos —con el mejor “activo” del mundo, el petróleo— que fue llevada a la quiebra por una pésima gestión. Expropiaron empresas que funcionaban, y el resultado fue que la producción total del país se encogió en un 75%. El valor de su moneda se evaporó. Hoy, la gran mayoría de sus ciudadanos vive en la pobreza. La historia nos enseña, a veces con una dureza terrible, que este modelo de negocio simplemente no funciona.

El motor que sí funciona: un campo fértil para todos

Ahora, pensemos en el sistema opuesto, el que ha sacado a más gente de la pobreza que ningún otro en la historia: el libre mercado.

Me gusta pensar en una economía de mercado como un gran campo fértil. El trabajo del gobierno no es sembrar y cosechar cada planta, sino asegurarse de que el suelo sea bueno (un estado de derecho sólido y respeto a la propiedad privada), que haya sol y agua (libertad para innovar y comerciar) y que las reglas del juego sean claras para todos.

En este campo, algunas plantas crecerán hasta ser árboles gigantes y otras serán arbustos más pequeños, pero lo importante es que casi todo el mundo tiene la oportunidad de plantar su propia semilla y verla crecer.

  • Competencia = Beneficios para ti: En un mercado libre, las empresas deben competir por tu dinero. Esto las obliga a ser más eficientes, a ofrecer mejores productos, a bajar los precios y a innovar constantemente. La competencia, que a veces tiene mala fama, es en realidad la mejor amiga del consumidor. En un sistema socialista, el Estado es el único productor y distribuidor. No existe la competencia. Si quieres un teléfono, un par de zapatos o un coche, solo hay una “empresa” a la que puedes acudir: el Estado.
  • Incentivos para crear: El afán de lucro, a menudo demonizado, es un incentivo poderoso para crear valor. Los emprendedores arriesgan su capital para resolver problemas. Si lo logran, la sociedad se beneficia con nuevos productos y empleos, y los emprendedores son a su vez recompensados. En el socialismo, el afán de lucro no solo se elimina, sino que a menudo se criminaliza (se le llama “especulación”). El incentivo para un gerente de una fábrica estatal no es crear un producto que la gente ame y compre, sino cumplir con una cuota de producción fijada por el planificador central.
  • Libertad económica es libertad personal: La libertad de elegir qué comprar, dónde trabajar y en qué invertir tu propio dinero es un pilar de una sociedad libre. Si el gobierno controla tanto el poder político como el económico, su control sobre el individuo es absoluto. No hay refugio. No hay alternativa. Tu vida, desde lo que comes hasta dónde trabajas y lo que puedes decir, está sujeta al permiso del Estado.

El mito del “socialismo” nórdico y la analogía de la pizza

“¡Pero mira a Dinamarca, Suecia y Noruega! ¡Son socialistas y funcionan!” Este es uno de los mitos más escuchados y tomado como si fuera un hecho. La realidad es muy diferente. Los países nórdicos no son socialistas. Son economías de mercado capitalistas, y en muchos aspectos, más libres que otros países occidentales.

“Sé que algunas personas en los Estados Unidos asocian el modelo nórdico con una especie de socialismo. Por lo tanto, me gustaría dejar una cosa clara. Dinamarca está lejos de ser una economía planificada socialista. Dinamarca es una economía de mercado.”

Lars Løkke Rasmussen, ex Primer Ministro de Dinamarca, en una charla en la Universidad de Harvard.

Según clasificaciones serias como el Índice de Libertad Económica, estos países están entre los más libres y abiertos al mercado del mundo. Lo que sucede es que son como una familia que primero se dedicó a trabajar muy duro para hornear un pastel enorme y, una vez que fueron muy ricos, decidieron comprar un seguro médico muy completo y una buena red de seguridad para todos sus miembros.

Primero crearon la riqueza con el capitalismo; luego decidieron cómo usar una parte de ella para programas sociales. No al revés como pretenden hacer muchos países. Confundir esto con el modelo venezolano es como confundir a alguien que compra un seguro con alguien que quema su propia casa.

Y esto me lleva a la idea del “per cápita”. Es un concepto que suena complicado, pero no lo es. Imaginen que la economía de un país es una pizza. El PIB per cápita simplemente nos dice qué tan grande sería el trozo de pizza para cada persona si la repartiéramos en partes perfectamente iguales. No significa que todos reciban un trozo igual —la distribución de la riqueza es otro tema—, pero nos da una buena idea del tamaño de la pizza que hay para repartir. El PIB per cápita del estado de Florida, por ejemplo, es más de cinco veces el de Rusia. Eso nos dice algo sobre qué sistema es mejor horneando pizzas.

El peligro de que el seguro cueste más que la casa

Ahora bien, no hay nada de malo en que un país, como una familia, decida tener una red de seguridad. Es sensato y humano. El problema, como en cualquier presupuesto, surge cuando el costo del seguro se vuelve tan alto que la familia ya no puede permitirse comprar comida o invertir en la educación de sus hijos. Cuando los impuestos son demasiado altos y los programas sociales demasiado generosos, pasan varias cosas predecibles:

  • Se desincentiva el trabajo: Si se puede vivir casi igual de bien sin trabajar que trabajando, mucha gente talentosa elegirá no trabajar. Es simple lógica. Ejemplo: Canadá con el CERB (2020-2021): Durante la pandemia, el gobierno canadiense introdujo el Canada Emergency Response Benefit, que otorgaba $2,000 CAD al mes. Surgió un enorme debate porque muchos dueños de pequeños negocios, especialmente en restaurantes y servicios, reportaron una dificultad extrema para encontrar trabajadores. Para un puesto de salario mínimo, la diferencia con quedarse en casa recibiendo el beneficio era muy pequeña, desincentivando la búsqueda de empleo en ese sector y en muchos casos causando que muchos negocios caigan en bancarrota.
  • El capital se espanta: El dinero es cobarde; va a donde lo tratan bien. Si un país castiga la inversión con impuestos altos, los inversores simplemente se llevarán su dinero a otro lugar donde puedan obtener un rendimiento justo por su riesgo. Ejemplo: Francia y el “súper-impuesto” del 75% (2012): Cuando el gobierno del presidente François Hollande propuso un impuesto del 75% sobre los ingresos superiores a un millón de euros, la reacción fue inmediata y notoria. Miles de empresarios y personas de alto patrimonio trasladaron su residencia fiscal a países vecinos como Bélgica, Suiza y el Reino Unido. El impuesto recaudó mucho menos de lo esperado y fue tan perjudicial para la imagen de inversión de Francia que el gobierno lo abandonó discretamente dos años después.
  • Se pierde competitividad: Pedirle a una empresa local que compita en el mundo mientras carga con una mochila llena de ladrillos fiscales es condenarla al fracaso. Esto nos perjudica a todos, porque sin competencia global, las empresas locales no tienen incentivos para mejorar y terminamos con productos más caros y de peor calidad. Ejemplo: El Reino Unido, “El Enfermo de Europa” (Años 70): Antes de las reformas de Margaret Thatcher, la economía británica era el ejemplo perfecto de este problema. Sufría de: impuestos corporativos y sobre la renta altísimos, industrias clave nacionalizadas (carbón, acero, automóviles) que eran ineficientes, costosas y producían bienes de baja calidad y sindicatos extremadamente poderosos que provocaban huelgas constantes. El resultado? La industria británica perdió masivamente cuota de mercado global. Empresas como British Leyland (fabricante de marcas como Austin, Morris, Rover) colapsaron al ser incapaces de competir con los fabricantes alemanes, japoneses y franceses, más eficientes y con mejores productos.

Una reflexión final

Es crucial que en América Latina y en todo el mundo entendamos la diferencia. Socialismo es control estatal y fracaso económico. Programas sociales son herramientas que, dentro de un sistema de libre mercado, pueden usarse con prudencia; pero necesitamos ese sistema de libre mercado para poder potenciar los programas sociales que buscamos.

Al final del día, elegir un sistema económico es como elegir un socio para un negocio. Uno quiere un socio que sea honesto, trabajador y que juegue con reglas claras. Uno no elegiría a un socio que tiene un historial probado de arruinar todos los negocios en los que ha estado.

La historia nos ofrece un registro de auditoría muy claro. El sistema que ha demostrado generar prosperidad de forma sostenible es aquel que libera el ingenio y la energía de las personas, no el que los reprime. La tarea de un buen gobierno es crear el campo fértil, no dictar qué debe crecer en él. El resto, la increíble capacidad humana de crear, construir y mejorar, vendrá por sí solo.

References

Courtois, S., et al. (1997). The Black Book of Communism: Crimes, Terror, Repression. Harvard University Press.

The Heritage Foundation. (2025). Index of Economic Freedom.https://www.heritage.org/index/

Our World in Data. (Actualizado continuamente). Extreme Poverty.https://ourworldindata.org/poverty

Human Rights Watch. (2024). Informe Mundial 2024: Venezuela.https://www.hrw.org/es/world-report/2024/country-chapters/venezuela

Mises Institute. (28 de febrero de 2018). The Myth of Scandinavian Socialism.https://www.google.com/search?q=https://mises.org/wire/myth-scandinavian-socialism

Free To Choose Network. (16 de noviembre de 2012). I, Pencil | The Movie [Video].https://www.youtube.com/watch?v=67tHtpac5ws

The Hoover Institution. (24 de julio de 2018). Thomas Sowell on the Failures of Socialism [Video]https://www.youtube.com/watch?v=mS5WYp5xmvI

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